El constructor de presas en Turkana

HAZ29 noviembre 2012

Hace unos meses conocí en Madrid a Francisco Andreo, un sacerdote de unos setenta años que ha dedicado toda su vida a África. Me comentó que su organización, Misioneros de San Pablo (Fundación Emalaikat), se dedicaba a construir presas en el desierto africano. Aquello me asombró, nunca había oído que ningún grupo religioso se dedicara a realizar embalses en África. Le pedí que me permitiera visitarles. La respuesta fue afirmativa y a las pocas semanas entraba en Kenia desde Etiopía, cruzando el río Omo en un tronco ahuecado.

La región de Turkana, en el norte de Kenia es uno de los lugares más inaccesibles de la tierra, fue allí donde Leakey descubrió a un homínido de tres millones de años. Allí también, en Lodwar, los ingleses encarcelaron a Jomo Kenyatta. Turkana tiene un lago alcalino, que poco a poco va desecándose y unas inmensas torrenteras que desde las montañas lejanas vierten las aguas de lluvia de los monzones al lago. El padre Francisco y un grupo de seguidores, al contemplar cómo los indígenas arañaban los lechos de los torrentes para obtener agua, se les ocurrió la idea de hacer presas sobre dichos torrentes.

Las presas son sencillas, apenas veinte metros de largas, pero eficaces. En su entorno, las tribus nómadas llevan a pastar sus cabras, burros y camellos; poco a poco florecen los huertos. El paisaje lentamente cambia. «No es una labor de un año –añade el misionero–, en diez o veinte años el proyecto estará consolidado». Sobre el cielo, un avión de hélice y a baja altura da varias vueltas sobre la misión. «Buscan petróleo, si lo encuentran, este paraíso y todo nuestro esfuerzo habrán sido en vano», concluye el misionero. Así es África.

Por Guillermo de Rueda
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