Derechos y libertades vulnerados: Más de 122 Estados ejercieron la tortura en 2015

La protección internacional de los derechos humanos corre peligro de desmoronarse "ya que las draconianas y represivas campañas nacionales de seguridad planteadas a corto plazo y que obedecen a intereses particulares han tenido como resultado un asalto total contra los derechos y libertades fundamentales, ha advertido Amnistía Internacional en la presentación de su evaluación anual de la situación de los derechos humanos en el mundo.
HAZ24 febrero 2016

La organización ha documentado el número de gobiernos que en 2015 han infringido el derecho internacional en su ámbito nacional: más de 122 Estados ejercieron la tortura u otros malos tratos y 30 o más obligaron ilegalmente a personas refugiadas a retornar a países donde corrían peligro.

En al menos 19 países, el gobierno o grupos armados cometieron crímenes u otras violaciones de las “leyes de la guerra”.

Amnistía Internacional advierte igualmente sobre una tendencia «preocupante» en los gobiernos, que cada vez adoptan más medidas y emprenden más ataques contra activistas, profesionales de la abogacía y otras personas que trabajan en la defensa de los derechos humanos.

“Se han saltado sus propias leyes en sus campañas de represión contra la ciudadanía”, ha afirmado Salil Shetty, secretario general de Amnistía Internacional.

Amnistía Internacional afirma que esto en parte se debe a la reacción de muchos gobiernos ante las nuevas amenazas para la seguridad en 2015.

“La desacertada reacción de muchos gobiernos contra las amenazas para la seguridad nacional ha consistido en reprimir a la sociedad civil, el derecho a la intimidad y el derecho a la libertad de expresión, así como en descarados intentos de hacer de los derechos humanos un insulto, al presentarlos como contrarios a la seguridad nacional, el orden público y los ‘valores nacionales’ han llegado incluso a violar su propia legislación de esta manera”, ha afirmado Salil Shetty.

España no es una excepción

España participa también en esta tendencia de recorte de libertades y derechos. Con la entrada en vigor de la Ley de Seguridad Ciudadana y de la reforma del Código Penal, el pasado mes de julio, se ha limitado el ejercicio legítimo de la libertad de expresión y el derecho de reunión pacífica.

Se han establecido límites adicionales sobre dónde y cuándo deben celebrarse manifestaciones, y se han otorgado amplias competencias a las fuerzas de seguridad que podrían multar con hasta 30.000 euros a personas que muestren «falta de respeto» o que graben imágenes de agentes de policía en determinadas circunstancias.

Durante 2015, se reformó el Código Penal en materia antiterrorista. «La definición de terrorismo es tan vaga, que hasta el Relator Especial de Naciones Unidas para la libertad de expresión, alertaba de que estas modificaciones podían penalizar comportamientos que hasta entonces no constituían delitos de terrorismo y restringir desproporcionadamente el legítimo derecho de la libertad de expresión».

“Lo que ha pasado con los titiriteros detenidos en Madrid el pasado 6 de febrero, acusados de enaltecimiento del terrorismo por el contenido de su espectáculo, es un ejemplo de cómo la amplia definición de terrorismo puede suponer un límite desproporcionado al derecho a la libertad de expresión”, destacó Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional España.

En el ámbito internacional, España ha tenido una política de doble rasero. Ha dado pasos positivos pidiendo que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad se autolimiten en el uso del veto, participando en la adopción de resoluciones como la Resolución 2242 (2015) del Consejo de Seguridad sobre mujeres, paz y seguridad, o demandando un mayor seguimiento e implementación de las recomendaciones de derechos humanos de los mecanismos de Naciones Unidas.

Pero por otra parte, el Gobierno ha hecho reformas legislativas contrarias al derecho internacional y ha desoído las diferentes recomendaciones que organismos como Comité de Derechos Humanos o el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas, entre otros, han hecho a España en diferentes ámbitos. El Estado español ha alegado que no existen mecanismos procesales que obliguen a dar cumplimiento a dichas decisiones.

“España ha recibido diferentes llamadas de atención por haber legalizado la expulsión sumaria de personas migrantes, solicitantes de asilo y refugiadas en las fronteras de Ceuta y Melilla; por no haber regulado el delito de tortura ni de desaparición forzada tal y como establecen los estándares internacionales; por haber dejado sin asistencia sanitaria a cerca de 750.000 personas migrantes en situación administrativa irregular; o porque es necesario adoptar una política estatal de vivienda con un enfoque de derechos, con especial atención a personas en situación de vulnerabilidad”, relató Beltrán.

Por último, los compromisos asumidos por España con la Unión Europea sobre reubicación de personas procedentes del conflicto sirio se cumplen muy lentamente. El Gobierno español se comprometió a reubicar a más de 17.000 personas de Grecia e Italia, cuando sólo han llegado 18 en 2015.

También se comprometió a reasentar a 854 personas procedentes de diferentes países entre 2014 y 2015, de las cuales sólo 90 llegaron a la península. Mientras tanto cientos de personas esperan hacinadas en el CETI de Melilla, en muchos casos sin la debida atención médica y psicológica.

La ONU precisa revitalización urgente

Las Naciones Unidas y sus oficinas de protección de derechos humanos y personas refugiadas se resintieron gravemente por culpa de la hostilidad y el abandono de recalcitrantes gobiernos en 2015.

“La ONU fue creada para ‘preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra’ y para ‘reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre’, pero es más vulnerable que nunca a los enormes desafíos”, ha manifestado Salil Shetty.

Muchos gobiernos han impedido a propósito que actúe la ONU para evitar atrocidades masivas o para obligar a rendir cuentas a los autores de esas atrocidades, y han desoído o despreciado sus recomendaciones destinadas a mejorar la situación nacional de los derechos humanos.

El conflicto sirio «es un terrible ejemplo de las catastróficas consecuencias del fracaso sistémico de la ONU en el cumplimiento de su función fundamental para hacer respetar los derechos y el derecho internacional y para garantizar la rendición de cuentas», han dicho.

El secretario o secretaria general de la ONU entrante, que será elegido este mismo año y tomará posesión de su cargo en enero de 2017, heredará una organización que ha logrado mucho, pero que necesita revitalizarse con urgencia, según Amnistía Internacional.

La organización pide a los Estados miembros de la ONU y a su Consejo de Seguridad que muestren ideas nuevas y audaces para avanzar en las reformas, empezando por el proceso de elección del secretario o secretaria general.

“Los Estados miembros de la ONU tienen este año una oportunidad histórica para revitalizar la organización apoyando una candidatura fuerte al puesto de secretario o secretaria general, con el compromiso, entereza personal y visión necesarios para contrarrestar toda iniciativa de los Estados empeñados en menoscabar los derechos humanos en el ámbito nacional e internacional”, ha dicho Shetty.

Para ello, afirma Amnistía Internacional, el proceso de elección debe ser imparcial y transparente, y asimismo garantizar que se conoce y comprende la concepción que los candidatos y candidatas tienen de los principales desafíos a los que se enfrenta la ONU en materia de derechos humanos.

Otros casos de vulneración de derechos

Amnistía Internacional ha presentado una serie de ejemplos de ataques nacionales a los derechos humanos y las instituciones encargadas de protegerlos:

– Angola: Usar la legislación sobre difamación y relativa a la seguridad del Estado para hostigar, detener y recluir a quienes expresan pacíficamente sus opiniones, y asimismo desdeñar públicamente las recomendaciones de la ONU sobre su historial en materia de derechos.

– Arabia Saudí: Su represión brutal de quienes se atrevían a defender reformas o criticar a las autoridades, y los crímenes de guerra que cometió en su campaña de bombardeos sobre Yemen mientras obstruía el establecimiento de una investigación dirigida por la ONU sobre los abusos cometidos por todos los bandos del conflicto.

– Burundi: Los homicidios sistemáticos y otras tácticas violentas generalizadas de las fuerzas de seguridad, y sus intentos de reprimir a la comunidad que defiende los derechos humanos en el país.

– China: La represión creciente ejercida contra quienes defienden los derechos humanos y un conjunto de leyes abusivas en nombre de la “seguridad nacional”.

– Egipto: La detención de miles –incluidas personas que ejercían la crítica de manera pacífica– en una despiadada campaña de represión en nombre de la seguridad nacional, la reclusión prolongada de cientos sin cargos ni juicio, y las condenas de muerte impuestas a cientos más.

– Eslovaquia: La persistencia de la discriminación generalizada de la comunidad romaní –a pesar de los esfuerzos realizados durante años por grupos nacionales y regionales–, que ha llevado a la Comisión Europea a abrir procedimientos de infracción contra el país.

– Estados Unidos: Que siga funcionando el centro de detención de Guantánamo, ejemplo de las graves consecuencias de su ¨guerra contra el terror”, y que no hayan sido procesados los responsables de torturas y desapariciones forzadas.

– Gambia: Las torturas y desapariciones forzadas y la criminalización de las personas LGBTI, así como su rotunda negativa a cooperar con los mecanismos de derechos humanos regionales y de la ONU en asuntos relativos a la libertad de expresión, la desaparición forzada y la pena de muerte.

– Hungría: El cierre hermético de sus fronteras a los miles de personas refugiadas en situación de grave necesidad, y la obstrucción de las iniciativas colectivas en la región para ayudar a estas personas.

– Israel: El mantenimiento del bloqueo militar de Gaza y, por tanto, el castigo colectivo impuesto a sus 1,8 millones de habitantes, así como no haber cumplido –como tampoco ha hecho Palestina– la petición de la ONU de llevar a cabo investigaciones creíbles sobre los crímenes de guerra cometidos durante la guerra de Gaza en 2014.

– Kenia: Las ejecuciones extrajudiciales, las desapariciones forzadas y la discriminación de las personas refugiadas en sus operaciones antiterroristas, y los intentos de debilitar la Corte Penal Internacional y su capacidad para hacer justicia.

– México: Su grave historial de abusos contra los derechos humanos, incluida la desaparición de 27.000 personas, y su dura respuesta a las críticas de la ONU en relación con el uso generalizado de la tortura, permitiendo la impunidad casi total pese al aumento de las denuncias.

– Pakistán: Las graves deficiencias en materia de derechos humanos de su respuesta a la horrenda matanza de la escuela de Peshawar, incluido el uso implacable de la pena capital, y de su política sobre las ONG internacionales, que concede a las autoridades el poder de controlarlas y cerrarlas si se considera que van “contra los intereses” del país.

– Reino Unido: El persistente uso de la vigilancia masiva en nombre de la lucha contra el terrorismo, y sus regresivos intentos de eludir la supervisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

– Rusia: Su uso represivo de una legislación nacional imprecisa en materia de seguridad y contra el extremismo y sus intentos concertados de silenciar a la sociedad civil; su vergonzosa negativa a reconocer los homicidios de civiles en Siria, y sus insensibles iniciativas para bloquear la acción del Consejo de Seguridad sobre Siria.

– Siria: La muerte de miles de civiles en ataques directos e indiscriminados con bombas de barril y otro armamento, y mediante actos de tortura bajo custodia; y el sometimiento de zonas civiles a prolongados asedios, impidiendo la llegada de ayuda humanitaria internacional a civiles hambrientos.

– Tailandia: La detención de disidentes pacíficos por actividades como representar obras teatrales, publicar comentarios en Facebook y mostrar grafitis, y el caso omiso de las autoridades militares a los llamamientos internacionales para que no amplíen sus propias atribuciones que les permiten imponer excesivas restricciones a los derechos y silenciar la disidencia en nombre de la “seguridad”.

– Venezuela: La continua falta de justicia en casos de graves violaciones de derechos humanos y los constantes ataques contra quienes defienden los derechos humanos, y su constante denuncia de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, después de haberse retirado de la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, privando así de acceso a la justicia a las víctimas de estos abusos.

Comentarios