Las asociaciones de pacientes, un interlocutor constante

En España hay registradas más de 1.600 asociaciones de pacientes y aunque no todas tienen vínculo con la industria son muchas las que reconocen los beneficios de generar sinergias. De hecho, la mayoría de las farmacéuticas cuentan con un departamento concreto para fomentar y canalizar la comunicación con los pacientes.

Es bastante habitual que las empresas de la industria farmacéutica mantengan una relación fluida con las distintas organizaciones de pacientes existentes.

No solo para organizar eventos de concienciación o congresos y cursos formativos e informativos para sanitarios, pacientes y familiares, también como unión fundamental a la hora de llevar a cabo la I+D de nuevos fármacos: antes de ponerlos en el mercado, las compañías necesitan enfermos concretos para realizar sus ensayos clínicos, mientras que los pacientes necesitan esos nuevos fármacos para sobrevivir o aliviar los síntomas que les hace padecer su patología.

La plataforma web Somos Pacientes tiene registradas más de 1.600 asociaciones de estas características, y aunque no todas tienen vínculo con la industria son muchas las que reconocen los beneficios de generar sinergias entre ambas partes.

Es más, prácticamente todas las compañías farmacéuticas cuentan con un departamento concreto para fomentar y canalizar la comunicación con los pacientes, vinculado a su RSC.

«La relación es fluida, a ambas partes nos mueve el interés y deseo de mejorar la calidad de vida de las personas que padecen, en nuestro caso, artritis reumatoide, artritis psoriásica, artritis idiopática juvenil y espondiloartritis», explica Antonio Ignacio Torralba, presidente de la Coordinadora Nacional de Artritis (ConArtritis).

Esta es una enfermedad autoinmune, discapacitante e incapacitante, que limita tanto las actividades cotidianas como la vida laboral, que se manifiesta en personas de cualquier edad y que afecta en un mayor porcentaje a la población femenina.

De ella se encargan los especialistas en reumatología y enfermedades autoinmunes, pero también requiere de atención por parte de otros profesionales de la salud que, según Torralba, «a menudo carecen de la información apropiada». Por eso, entre los objetivos de ConArtritis está el que todos los profesionales implicados «entiendan las necesidades del paciente de artritis para hacer más eficaz la asistencia sanitaria».

Un fin que comparte la Asociación Parkinson Madrid, que gracias al apoyo económico y técnico recibido por varios laboratorios ha conseguido poner en marcha el proyecto Unidos: «Consiste en reunir en nuestra asociación a neurólogos de la Comunidad de Madrid con técnicos de las organizaciones de Parkinson para conocer las dificultades que tanto médicos como pacientes tienen en su día a día y saber cómo poder solventarlos entre todos. Estos encuentros están siendo muy enriquecedores, y de ellos va a salir un listado de tareas que van a servir para mejorar la atención del enfermo», asegura Laura Carrasco, directora de esta entidad.

«Es un cambio de paradigma en la relación entre los neurólogos y las asociaciones, y esto lo están apoyando con financiación y con información técnica varios laboratorios dentro de sus planes estratégicos», añade.

Los casos de ConArtritis y la Asociación Parkinson Madrid no son aislados. Prácticamente todos los movimientos asociativos de estas características están relacionados con dolencias de alta mortandad, patologías degenerativas, crónicas y enfermedades raras para las que apenas hay medicación.

Y sus objetivos son muy similares: por un lado, mejorar la situación de sus asociados y sus familias poniendo a su alcance productos y servicios que hagan su vida menos complicada. Por otro, concienciar a la sociedad en general y, sobre todo, a los profesionales sanitarios del problema que les aqueja, con el fin de que los diagnósticos sean más exhaustivos y los tratamientos más acertados, y, lógicamente, fomentar la investigación y el desarrollo de nuevos fármacos que mitiguen los efectos de cada una de esas dolencias.

Tres pilares básicos en los que suelen involucrarse las grandes farmacéuticas. «La colaboración se basa en la puesta en marcha de proyectos e iniciativas de educación y formación que contribuyan a que el paciente y sus familiares cuenten con los recursos necesarios para mejorar su día a día», asegura Andoni Lorenzo Garmendia, presidente de la Federación de Diabéticos Españoles (FEDE).

Desde la Federación Española de Cáncer de Mama (Fecma) aseguran que «la colaboración con la empresa privada nos ha servido para desarrollar algunas iniciativas: encuentros, reuniones, alguna publicación… que no habrían sido posibles sin su ayuda», considera su presidenta, Montse Domènech i Maria.

«Aunque los objetivos de ambas partes no son los mismos, terminamos encontrándonos por el camino. Para entidades como la nuestra es fundamental la medicación, que es lo que le permite al enfermo tener una relativa calidad de vida. Que salgan nuevos y mejores fármacos es fundamental para las personas afectadas», afirma la directora de la Asociación Parkinson Madrid.

Son más de 150.000 las personas en España aquejadas de esta enfermedad, a lo que habría que sumar un 30% que, según las estimaciones, no está diagnosticado. «Es nuestro trabajo sensibilizar a los representantes de los laboratorios sobre las repercusiones de nuestra enfermedad, no solo para que desarrollen nuevos fármacos, también para que, por ejemplo, no desabastezcan a las farmacias de medicinas que son cruciales para el día a día de los pacientes», apunta Carrasco.

La comunicación, clave

¿Pero cómo fluye y se mantiene esa comunicación? Hay diferencias según el caso. «Con nosotros la comunicación es directa con el área de pacientes. Todos los años mantenemos reuniones de cara a organizar acciones conjuntas por el bien de las personas que representamos. Ponemos en común las ideas de ambas partes y nos ponemos de acuerdo para trabajar en la misma línea con total transparencia», apunta el presidente de ConArtritis.

Aunque lo habitual es que sean las organizaciones no lucrativas las que den el primer paso, la directora de Asociación Parkinson Madrid asegura que las compañías cada vez tienen más claro que el paciente está más empoderado y muchas veces son ellas las que toman la iniciativa y acuden a las entidades. «Eso sí, siempre o casi siempre que tengan un fármaco relacionado con la patología».

En el caso de la Asociación para la Lucha Contra las Enfermedades Renales (Alcer) la comunicación es bidireccional y fluida, «desde el respeto a la independencia de ambas partes».

«No tenemos protocolo específico pero sí canales de comunicación muy determinados. Por ejemplo, nosotros formamos parte de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes y Farmaindustria tiene una persona de contacto específica para hablar con nosotros. Independientemente de ello, si hay necesidades específicas solemos contactar directamente con los responsables concretos de cada entidad», apunta su director general, Juan Carlos Julián.

Xavier de Vega, coordinador de la Federación Española de Enfermedades Neuromusculares (ASEM), explica que «las empresas farmacéuticas tienen como objetivo cada vez más, contar con la opinión del paciente en su estrategia de comunicación y para ello informar de sus actividades y avances es habitual».

En cualquier caso, prácticamente todas las organizaciones de este tipo reconocen la sustancial labor que las farmacéuticas realizan en este aspecto.

«Para nosotros es importante su apoyo para la organización de actividades, ya que con los recursos que hoy en día cuentan las asociaciones es prácticamente inviable. Gracias a esta relación, en nuestro caso, la artritis ha ganado visibilidad entre la población general, las personas que la padecen y sus familiares están mejor informadas y formadas, se han realizado estudios relevantes, se han publicado libros y se han llevado a cabo campañas de importante impacto, como Octubre, mes de la artritis y la espondiloartritis, que se viene organizando desde hace siete años», enumera Antonio Ignacio Torralba.

«Por otra parte, el vínculo entre la industria y las asociaciones facilita el intercambio de necesidades y el establecimiento de sinergias para posibles colaboraciones que puedan facilitar el acceso a ensayos clínicos de los pacientes y el empoderamiento de personas y entidades del movimiento asociativo», agrega el coordinador de ASEM.

Según De Vega, «cada vez se solicita con mayor interés la colaboración de las entidades de pacientes no solo en la captación de afectados para los ensayos sino en su difusión y promoción a través de redes sociales», una estrategia útil no solo para mejorar la imagen de marca de los laboratorios sino para darle a los enfermos todas las herramientas informativas posibles.

Falta de recursos para I+D

En el caso de ASEM, esta última pauta es difícil de seguir: «Las patologías neuromusculares disponen de escasos tratamientos y la gran mayoría de laboratorios no son sensibles a la colaboración con nuestra entidad al no disponer de una área de negocio específica», comenta su coordinador.

ASEM aglutina a enfermos de más de ciento cincuenta dolencias neurológicas de naturaleza progresiva que afectan a cerca de sesenta mil personas, y entre las que hay diferentes distrofias musculares, miopatías distales y enfermedades musculares inflamatorias. Son enfermedades crónicas que generan gran discapacidad y cuya característica principal es la pérdida de fuerza muscular.

Ante esta situación, los responsables y asociados de ASEM se dedican a recaudar fondos que luego destinan a determinadas entidades para hacer arrancar el trabajo de sus investigadores.

Y no son los únicos. «Algunas entidades de pacientes están teniendo un peso significativo en la captación de recursos, dada la escasa financiación pública. Se organizan actividades de recaudación de fondos para colaborar en la investigación de sus patologías en hospitales o a través de sus fundaciones asociadas».

Las familias toman la iniciativa para formar parte activa en estas acciones y poder decidir a quién y por qué se financia un determinado proyecto», concreta De Vega.

También Fecma se encarga de canalizar financiación para la investigación, destinando a este fin una parte importante de las donaciones que recibe de la iniciativa privada: «El peso de las asociaciones es poco significativo en lo que se refiere a cuantía, pero sus aportaciones en la cofinanciación de determinados proyectos de investigación tienen un gran valor simbólico y una gran importancia cualitativa», opina su presidenta.

Entre los centros que suelen recibir este tipo de donaciones dirigidas está el Centro de Investigaciones Biomédicas en Red para Enfermedades Raras (CiberER). Dependiente del Instituto Carlos III, tiene 62 grupos de investigación más un grupo asociado que cuentan con un presupuesto anual que ronda los siete millones de euros, al que se suman siempre «pequeñas pero importantes cantidades aportadas por las asociaciones para iniciar alguna investigación concreta o contratar a investigadores específicos», comenta José María Millán, subdirector científico de este centro y miembro del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital La Fe (Valencia).

Desde el CiberER se encargan de unas cien enfermedades distintas que se agrupan en siete áreas específicas: enfermedades neuromusculares y mitocondriales, patología neurosensorial, centradas en visión y audición, cánceres raros, enfermedades metabólicas y hereditarias, pediátricas y del desarrollo, medicina genética y medicina endocrina.

No obstante, los pacientes no solo participan con financiación. «Nuestras aportaciones hacen posible el desarrollo de medicamentos que atienden necesidades médicas no cubiertas, aquellas que podemos identificar nosotros desde nuestra perspectiva como pacientes y que podrían pasar desapercibidas en el desarrollo de un tratamiento», apunta el presidente de FEDE.

«Nuestro papel en esta línea es muy importante. Es decir, un paciente con criterio, informado y formado ofrece un gran valor a la investigación clínica y mayor potencial para que estos medicamentos en desarrollo lleguen a la práctica asistencial y se utilicen en las mejores condiciones de seguridad y eficacia», añade.

En este sentido, Andoni Lorenzo advierte de que el paciente «sigue sin ocupar el lugar que le corresponde realmente, a pesar de que se diga abiertamente en cualquier foro que ‘somos el centro del sistema’. La realidad es otra, y esto debe cambiar; estamos trabajando para que, de una vez por todas, se trabaje por, para y con el paciente, y pasemos a ser actores en vez de espectadores».

Una opinión que comparte el presidente de ConArtritis: «Es fundamental que los representantes de los pacientes estén presentes en todas las decisiones y acciones que se realicen en relación a los ensayos clínicos, ya que somos nosotros los que participamos y vamos a recibir la medicación. Debemos ser el centro y que haya total transparencia», asegura.

Por otra parte, la portavoz de la Asociación Parkinson Madrid recuerda la importancia de que los enfermos estén informados también para que puedan reclamar sus derechos y afrontar mejor su dolencia. «Para los laboratorios un paciente informado es un agente prescriptor: se entera de todas las novedades y se las transmite a su neurólogo, al que consulta, sobre todo, los medicamentos que quiere probar. En estos momentos la iniciativa la tiene el paciente antes que el especialista», asegura.

Un acuerdo pionero

Para impulsar ese empoderamiento del enfermo, uno de los grandes caballos de batalla de las organizaciones, y reforzar la transparencia en la relación entre asociaciones de pacientes y compañías farmacéuticas, recientemente se ha firmado un convenio entre los dos grandes representantes de sendas partes: la Plataforma de Organizaciones de Pacientes y la Asociación Nacional Empresarial de la Industria Farmacéutica (Farmaindustria).

La primera representa a más de diez millones de enfermos de toda España, asociados en las 23 organizaciones que conforman la Plataforma. La segunda, patronal del sector, aglutina a la mayoría de los laboratorios farmacéuticos establecidos en el país.

Ambas entidades han acordado colaborar para promocionar la formación del enfermo en cuestiones que tengan que ver con su salud, como el uso responsable de medicamentos y la adherencia terapéutica, su seguridad, el acceso a la información y la participación en ensayos clínicos. Igualmente se han comprometido a impulsar actividades que favorezcan el empoderamiento del paciente y el refuerzo del movimiento asociativo en áreas tales como la comprensión de la información sobre fármacos.

Para Tomás Castillo, presidente de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes, este acuerdo «es un importante paso, teniendo en cuenta el escenario de futuro hacia el que caminamos en el que el paciente formado será responsable de su propia salud y de su tratamiento».

Para su homólogo de Farmaindustria, Antoni Esteve, «este convenio es ejemplo de cómo la industria farmacéutica ha decidido reforzar y transparentar su relación con los pacientes y sus representantes para, de un lado, conocer mejor a las personas y las necesidades y poder así responder mejor a todo ello y, de otro, apoyarles para que su voz sea cada vez más consistente y escuchada por laboratorios, profesionales y gestores y contribuir así a impulsar el sistema sanitario español».

El convenio se prorrogará automáticamente cada año, salvo expresa renuncia de cualquiera de las partes, que además velarán para que en todas las actividades que se desarrollen al amparo del texto suscrito se asegure la más estricta observancia del Código de Buenas Prácticas de la Industria Farmacéutica.

Ensayos clínicos y regulación

También ha sido importante para las organizaciones la aprobación del Real Decreto 1090/2015 en diciembre del pasado año. Este, que lleva vigente desde el pasado 13 de enero, viene a regular los ensayos clínicos con medicamentos, los Comités de Ética de la Investigación y el Registro Español de Estudios Clínicos.

«Dicho decreto incrementa la participación de los pacientes en este ámbito, a los que se incluye por primera vez de forma obligatoria en los comités de ética. Para nosotros es un primer paso dentro de los cambios legislativos necesarios para poder estar presentes en la toma de decisiones sobre las políticas de salud y los servicios que recibimos», asegura el presidente de FEDE.

La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) es la encargada de gestionar las novedades aportadas por este real decreto, que todavía está a la espera de anexos que complementen la regulación (las últimas instrucciones del ministerio fueron publicadas el 4 de febrero).

En ella se define al Comité de Ética de la Investigación como «órgano independiente y de composición multidisciplinar cuya finalidad principal es la de velar por la protección de los derechos, seguridad y bienestar de los sujetos que participen en un proyecto de investigación biomédica y ofrecer garantía pública al respecto mediante un dictamen sobre la documentación correspondiente del proyecto de investigación, teniendo en cuenta los puntos de vista de las personas legas, en particular, los pacientes o las organizaciones de pacientes».

Según la normativa, ese comité deberá estar constituido por un mínimo de diez miembros, de los cuales al menos uno debe ser ajeno a la investigación biomédica o a la asistencia clínica, que representará los intereses de los pacientes.

También debe contar con médicos, entre los que ha de haber farmacólogos clínicos, farmacéuticos de hospital o de atención primaria y un diplomado o graduado en enfermería. Al menos dos miembros deben ser ajenos a las profesiones sanitarias, uno de los cuales tendrá que ser licenciado o graduado en derecho. Y, por último, el comité necesitará que alguno de sus miembros tenga formación acreditada en bioética.

No obstante, según el director general de Alcer, en la práctica todavía no se han dado cambios significativos en lo que respecta a la participación de las entidades que representan a los enfermos, «pero esperamos que a corto plazo nuestro rol aumente, ganando todos los agentes con esta apuesta».

El real decreto también advierte de que la pertenencia a un comité de estas características será incompatible con cualquier clase de interés derivado de la fabricación y venta de medicamentos y productos sanitarios. «Sus miembros deberán garantizar la confidencialidad de la información a la que tengan acceso y deberán hacer pública una declaración de conflicto de intereses», reza el texto.

Ninguno de sus miembros podrá percibir ningún tipo de remuneración por parte del promotor del estudio por la realización de esta labor, aunque sí se puede articular el pago de gastos derivados de ella.

Por otra parte, la normativa aprueba que las asociaciones de pacientes sean promotores de una investigación de estas características. También induce a aprobar protocolos estandarizados, contando con el asesoramiento de expertos en la enfermedad sobre cuestiones clínicas, éticas y psicosociales que puedan presentarse a la hora de realizar ensayos, contando entre otros con los grupos de pacientes afectados.

La presidenta de Fecma asegura que asociaciones como la que ella representa no tienen capacidad para planificar, diseñar o desarrollar los ensayos clínicos, «aunque podemos formar parte de determinados comités para colaborar en la gestión de los pacientes participantes, para garantizar sus derechos y conocer y evaluar sus resultados».

Domènech i Maria añade que en este tipo de ensayos entran en consideración factores complejos: «Intereses económicos o comerciales, implicaciones éticas, objetivos científicos, datos susceptibles de someterse a una exigente confidencialidad… A asociaciones como la nuestra no nos corresponde definir, aprobar o censurar ese conjunto de factores, pero sí conocerlos».

En este sentido, son muchos los portavoces de estas organizaciones que reclaman medidas más profundas. «Necesitamos que los profesionales sanitarios, la administración y las empresas sigan apoyando nuestro trabajo, que trabajen con nosotros y confíen en nuestra labor porque todos tenemos el mismo objetivo. Las asociaciones de pacientes ya estamos profesionalizadas, por lo que no se debe dudar de nuestro trabajo y se debe tener muy en cuenta», afirma Antonio Ignacio Torralba, de ConArtritis.

«Y que no nos pongan más barreras de las que ya tenemos», apunta Laura Carrasco, que añade: «Por ejemplo, nosotros estamos teniendo ahora un problema con la quetiapina, un fármaco que no está descrito para la enfermedad de Parkinson pero que es el primer antipsicótico de elección que se está utilizando. Ahora mismo los médicos no pueden prescribirlo ni hacer receta electrónica porque el sistema informático de Sanidad no lo reconoce en la ficha técnica para Parkinson, y se ven obligados a recetar otros medicamentos que no son tan eficaces y que son más caros para el sistema público».

En definitiva, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación asociaciones y asociados cada vez están más formados e informados de las últimas novedades que se generan en torno a su dolencia concreta.

Son capaces de aportar valor, no solo como donantes de fondos para la I+D de nuevos fármacos o participantes de un ensayo clínico, también como expertos que saben cómo manejar la enfermedad que les aqueja.

Saben que pueden ser parte de la solución y reclaman su espacio en este proceso, un aspecto en el que tanto laboratorios como Administraciones públicas ya han empezado a ceder terreno. Aunque todavía insuficiente.

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