Cuando lo humanitario se convierte en perverso

El acoso y los abusos sexuales de todo tipo a personas de cualquier edad se ha convertido en una repugnante lacra de la cual cada día tenemos nuevas y preocupantes noticias.
<p>Foto: Intermón Oxfam</p>

Foto: Intermón Oxfam

Basta con ver los informativos televisivos o leer cualquier periódico para darnos cuenta de que apenas no hay día en el que no se mencione el tema, ya sea en casos sucedidos en empresas como, en el colmo de lo abominable, dentro de familias y entidades deportivas, sociales, etc.

Unas entidades sociales que, justamente por su finalidad, deberían estar libres de cualquier mácula en el trato a las personas a las cuales deben ayudar.

El último caso relativo a la organización Oxfam ha sido un auténtico escándalo del que continúa saliendo nueva información a diario.

Mucho silenciamiento y explicaciones solo a posteriori

El pasado mes de marzo el diario The Times publicó que algunos de los trabajadores de Oxfam en Haití habían contratado servicios de prostitutas (algo además ilegal en ese país) para realizar orgías en dependencias pagadas por dicha organización.

La entidad ha reconocido que hubo una investigación interna y que varias personas fueron despedidas por esos hechos. En un informe realizado en 2011 incluso no descartaban la existencia de menores entre las personas explotadas.

Al parecer, también cosas similares habían sucedido con anterioridad en actuaciones de la ONG en el Chad.

Más ejemplos relacionados con el tema son el de la filial española de Oxfam que ha reconocido también cuatro casos de acoso sexual en África y Latinoamérica desde 2012 y la filial de México con otros cuatro tan solo en el pasado año.

Como es lógico, las consecuencias de todo esto no se han hecho esperar en forma de una grave crisis de reputación y bajas de socios. Solo en la filial española se contaron 1.200 bajas en los tres primeros días del escándalo.

Solo en la filial española de Oxfam se contaron 1.200 bajas en los tres primeros días del escándalo.

Sumado a lo anterior, diferentes embajadores de Oxfam a nivel mundial como por ejemplo Nelson Tutu, Minnie Driver o Miguel Bosé han abandonado sus colaboraciones con la entidad.

Probablemente si lo miramos desde una perspectiva general y global, alguien podría decir que lo acontecido ha sido perpetrado por un número importante de personas pero que, comparadas con el grueso total de trabajadores en el tercer sector mundial, representa un ínfimo porcentaje.

Lo anterior puede ser cierto, pero también es lógico y lícito pensar que qué clase de ayuda humanitaria puede prestar alguien que comete acoso y abusos sexuales. La simple mención de ayuda humanitaria y abusos sexuales en una misma frase nos debe parecer algo aberrante.

Lamentablemente, el caso de Oxfam no es el único ocurrido. Solo teniendo en cuenta las organizaciones benéficas más importantes de Gran Bretaña, más de 120 trabajadores de fueron acusados de abuso sexual en 2017.

Abusos a las trabajadoras de ayuda humanitaria

No solo los abusos son realizados a aquellos que deberían recibir la ayuda de las organizaciones, sino que también las propias trabajadoras de las ONG son víctimas de esas deplorables acciones.

En una encuesta realizada en 2016 por la Humanitarian Women’s Network, se les pidió a más de mil mujeres que trabajaban en ayuda humanitaria que explicaran  sus experiencias con la discriminación, el acoso y el abuso en sus puestos de trabajo.

La encuesta no pretendía ser una evaluación exhaustiva de todas las cuestiones de género internas de la profesión, sino más bien una indicación de cuán frecuentes pueden ser ciertos problemas.

Aún sabiendo que la significación desde el punto de vista estadístico era muy mejorable, los resultados del estudio desvelaron muchas experiencias negativas por parte de las encuestadas.

Entre otras cosas, más de la mitad de las encuestadas declaraban haber recibido comentarios sobre su apariencia física y/o inteligencia o sobre la necesidad de que encajaran sus actuaciones dentro del estereotipo de género femenino.

Un 55% había tenido continuas sugerencias para encuentros románticos/sexuales en su trabajo,  un 48% habían recibido tocamientos no deseados, un 27% besos no deseados, un 20% habían sido amenazadas con agresiones físicas y un 4% obligadas a mantener relaciones sexuales no deseadas.

En una encuesta realizada por Humanitarian Women’s Network, un 55% de las mujeres declaraba haber tenido continuas sugerencias para encuentros románticos o sexuales en su trabajo.

Solo un 31% de las que tuvieron esas experiencias informaron de ellas. Entre las razones para no informar estuvieron la preocupación por las consecuencias profesionales, no confiar en el sistema, miedo a las represalias del agresor, dificultad para probarlo, vergüenza y confusión, o ausencia de mecanismos para informar.

Aún teniendo en cuenta que la encuesta puede no ser del todo significativa para el global de trabajadoras de ayuda humanitaria, estos resultados nos deben de poner en guardia ya que nos señalan la existencia de problemas graves no solo en la relación de estas trabajadoras con personas de los países en los que operan sino incluso en las relaciones entre los trabajadores dentro de las propias organizaciones de ayuda.

Como siempre, pagan justos por pecadores

Quizá lo peor de todo, obviamente junto con estas execrables sucesos, es la reacción que todo esto acaba causando en el público de a pie.

Un público que cada vez parece más “curado de espantos” y que, obviamente cuando algo se convierte en frecuente, no solo deja de estar sensibilizado con lo que ha pasado sino que automáticamente tiende a generalizar esas malas acciones en todo el sector social y humanitario y pierde su confianza en él.

Pero de igual manera que no solo suceden estas cosas en una sola ONG, inferir de esa realidad que todas las organizaciones están salpicadas de abusos sexuales, corrupciones, etc., es totalmente indebido e injusto y daña absolutamente al conjunto de entidades libres de problemas que se dedican a todo tipo de proyectos tanto de proximidad en nuestros barrios como a nivel mundial.

Todos estos escándalos dañan hasta a aquellas familias que piden ayuda para sus hijos que sufren enfermedades raras o están en situaciones límite.

Unas peticiones que ya estaban suficientemente perjudicadas “gracias” a las estafas de casos como por ejemplo el de la niña Nadia o el de Paco Sanz, siempre reclamando dinero para enfermedades inexistentes.

Pensar que todas las organizaciones están salpicadas de abusos sexuales, corrupciones, etc., es totalmente indebido e injusto y daña al conjunto de entidades libres de problemas.

Problemas de urgente solución

Es complicado aplicar una fórmula mágica para tener la máxima seguridad de que estas cosas no sucedan de nuevo.

Nos encontramos con un problema global, que pueden tener impacto en entidades de todos los tamaños que actúan en diferentes países con distintas legislaciones y factores culturales.

Las entidades dicen tener controles diversos para que no ocurran este tipo de sucesos, pero a la vista está de que no han sido eficaces.

Al igual que pasa con cualquier tipo de proyecto empresarial, queda claro que simplemente tener una serie de políticas y procedimientos con la finalidad que sea no es efectivo si después no se aplican con tolerancia cero y se siguen a rajatabla.

A todo esto hay que agregar que determinados mecanismos de control pueden representar un coste económico elevado para organizaciones que deben priorizar que sus gastos sean realizados en causas humanitarias y no en tareas burocráticas o de gestión.

Aumentar, reforzar y asegurarse del cumplimiento de esos controles aún con mayor coste económico siempre será mejor a que se cometan abusos.

Y siendo organizaciones que reciben ayudas públicas, las administraciones deberían realizar auditorías concienzudas que desenmascaren aquellos casos que no hayan sido detectados y solucionados por las ONG.

El sector de la ayuda humanitaria no puede convertirse en el lugar escogido por abusadores sexuales y pedófilos para actuar con impunidad aprovechándose de las situaciones delicadas y caóticas en las que muchas veces se encuentran los países a los que se presta ayuda.

Con menor o mayor merecimiento, estas entidades están recibiendo un fuerte golpe con todos estos escándalos. Pueden utilizar esta grave situación como una oportunidad de oro para hacer tabula rasa, aprender de los errores y salir reforzadas o por el contrario ir perdiendo significado y quedar como una actividad que no transmite confianza, con los efectos negativos a largo plazo que ello provocaría.

Por el bien de aquellos trabajadores realmente involucrados en los proyectos y por el de las personas que se benefician de su labor, esperemos que ocurra lo primero.

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