Transparencia, el mejor de los desinfectantes
La rendición de cuentas de las entidades no lucrativas es un tema clave en el tercer sector. El crecimiento en los últimos años del sector no lucrativo, la creciente confianza –a veces defraudada- que muchas personas tienen en las entidades no lucrativas o la presencia y el poder a nivel global que ciertas organizaciones adquieren son argumentos esgrimidos a favor de una mayor transparencia por un lado y la necesidad de una mejor gestión por otro.
Algunas veces las entidades de corte activista se muestran como el «vigilante» de las empresas, el «guardián» (watcher en inglés) que denuncia, supervisa o valora, precisamente, la responsabilidad de las compañías.
Pero a ellas ¿quién las vigila, ante quienes rinden cuentas y cómo lo hacen? Cuando estas preguntas se plantean, algunas entidades pueden sentirse molestas, acosadas, como si existiera una conspiración en su contra.
¿EL FIN (NO LUCRATIVO) JUSTIFICA LOS MEDIOS? El tercer sector puede aparecer como si estuviera «relevado» o aligerado del pesado fardo de rendir cuentas. Como si el hecho de no perseguir un fin lucrativo eximiera del deber no sólo de reportar públicamente qué hacen con el dinero y de dónde lo obtienen, sino de cómo lo gestionan. Es algo similar al manto de bondad con el que a veces se contempla al sector público: como si sólo las empresas tuvieran el deber de ser transparentes, responsables y rendir cuentas, porque, ya se sabe, su fin lucrativo no parece indicar nada «bueno».
Quizás el hecho de no tener accionistas o, también, que los beneficiarios no sean «clientes» que puedan reclamar, ha llegado a minimizar el tema de la rendición de cuentas. Ésta, en todo caso, es vista como una obligación justificada fundamentalmente a efectos de quienes financian las entidades, sean donantes privados o públicos, pero no más allá.
La rendición de cuentas pública de las entidades no lucrativas, su responsabilidad como organizaciones que son, se presenta así como uno de los temas espinosos del tercer sector. Y no sólo como reacción, o más bien como prevención ante malversaciones, mal uso o abusos que se puedan cometer, sino porque el trabajo de las ONGs no exime de trabajar bien, valga la redundancia, por «el bien», cualquiera que sea éste. Honrada, eficaz y de modo transparente: las tres cosas.
NO MÁS QUE LAS EMPRESAS, PERO TAMPOCO MENOS. No hace falta pues esgrimir, como a veces se hace, que hay escándalos –que los hay-.
En Estados Unidos los aspectos negativos de las ONGs reciben la atención de los medios de comunicación de modo mucho más frecuente que en España, tratando no sólo los temas de malversación sino muchos otros que son también importantes: desde los altos salarios de algunos directivos de las entidades, hasta los gastos de viajes y oficinas, los conflictos de intereses, así como la incapacidad de algunas organizaciones de ser fieles a su misión.
Quizás, también es cierto, porque el tercer sector está más desarrollado y mucho más diversificado, sus problemas han crecido o se han hecho más patentes.
Detrás de la rendición de cuentas no puede esgrimirse sólo el hecho de que «alguien se puede llevar el dinero», porque antes, mucho antes de que alguien se lo lleve hay algo en juego: el buen uso de éste, la gestión eficaz, la fidelidad a la misión.
Es por eso por lo que los «escándalos» de malos abusos no deben ser el argumento principal ni por supuesto el único para impulsar la rendición de cuentas de las entidades no lucrativas. Con todo, son pocos los que se llevan el dinero, pero quizá bastantes más quienes lo pueden gestionar mal.
¿RESPONSABILIDAD DEMOCRÁTICA? Sucede sin embargo que gran parte del esfuerzo que las propias entidades no lucrativas vienen realizando desde dentro por impulsar el tema de la rendición de cuentas desde una perspectiva de buena gestión –como cualquier organización- está siendo desviado hacia otros lares, distrayendo el fondo del debate así como los aspectos más pragmáticos.
Así, Jem Bendell,en su reciente artículo Debating NGO Accountability (UNEP, 2006), explica un concepto hoy en alza como el de Democratic Accountability, es decir, algo así como la responsabilidad democrática de las entidades no lucrativas. Una responsabilidad específica, distinta, de las entidades no lucrativas.
Bajo este concepto se entiende que las entidades no lucrativas deben rendir cuentas ante aquellos públicos (stakeholders) que tienen menos poder que ellas precisamente sobre las acciones que las entidades no lucrativas han podido realizar y tienen un impacto sobre dichos públicos.
En la misma línea que Bendell se pronuncian otros, como Robert E. Goodin, argumentando que el tercer sector tiene elementos distintivos y que no se puede aplicar el mismo esquema de «mercado» a quienes no son mercado, tampoco en la rendición de cuentas, si no queremos agostar la independencia del tercer sector.
Se distrae así el centro de la atención, como sucede en gran medida con el tema de la responsabilidad de las empresas, en un complicado giro sobre la teoría de los Stakeholders para acabar divagando sobre consideraciones de teoría política interesantísimas sobre el papel del tercer sector en las sociedades actuales, pero ciertamente ajenas al fondo de la cuestión, algo tan práctico como dígame Vd. cuál es su misión, de dónde obtiene los fondos, a qué los dedica, qué resultados obtiene.
UN ESFUERZO INTERNO Y REAL. Sin embargo, la mayoría de las entidades no lucrativas de cierto peso han entendido que su responsabilidad es algo más pragmática, y que lo que necesitan para que sus donantes confíen, y así poder actuar más eficazmente, es simple y llanamente gestionarse mejor y más profesionalmente, y rendir cuentas públicas de lo que hacen.
En junio de 2006 once ONG internacionales aprobaron la primera Carta de Responsabilidades que establece estándares internacionales para las organizaciones sin fines de lucro. ActionAid International (Ayuda en Acción), Amnistía Internacional, CIVICUS Alianza Mundial por la Participación Ciudadana, Consumidores Internacionales, Greenpeace International, Oxfam International, la Alianza Internacional Save the Children, Survival International, Federación Internacional Tierra de Hombres, Transparencia Internacional y World YWCA aprobaron el primer código de conducta internacional e intersectorial para ONG.
Entre los principios de dicha Carta se encontraban la transparencia, la rendición de cuentas, la auditoria, la exactitud de las informaciones, el buen gobierno, la búsqueda ética de recursos y la gestión profesional.
Pero, además, hay otras muchas iniciativas de carácter voluntario que algunas entidades no lucrativas vienen asumiendo en el campo de la promoción de su responsabilidad y rendición de cuentas. Estas iniciativas cubren un amplio rango de herramientas. Algunas tan simples como realizar un informe de actividades con carácter anual, algo que muchas Fundaciones en nuestro país ni siquiera realizan. O asumir ser analizados y valorados por Fundación Lealtad.
El debate de la responsabilidad del tercer sector está servido. Y no puede ser interpretado como una duda generalizada sobre las entidades no lucrativas, sino como un desafío para trabajar mejor por el bien de muchos.
Por Aurora Pimentel
Rendición de cuentas
ARGUMENTOS A FAVOR
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Los donantes –públicos y privadostienen derecho a saber qué se hace con su dinero.
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El especial tratamiento fiscal del tercer sector ha impulsado muchas organizaciones a modo de «tapadera»: por eso la rendición de cuentas es fundamental.
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En el caso de Europa hay muchos fondos públicos destinados a entidades no lucrativas, fondos que son de todos.
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Precisamente porque los beneficiarios no tienen la capacidad de reclamar, ni tampoco pagan, hay que establecer otros controles.
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La rendición de cuentas es otro aspecto más de la necesaria profesionalización del tercer sector.
ARGUMENTOS «MATIZADORES»
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Aunque los donantes tengan derecho a saber qué se hace con su dinero, las entidades deben tener cierta autonomía de informar en función de las demandas de éstos.
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La rendición de cuentas supone muchas veces un pesado fardo administrativo, especialmente para las pequeñas entidades
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El énfasis en la rendición de cuentas es utilizado como un arma de presión contra las ONGs activistas para restarlas poder.
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La rendición de cuentas no puede ser la misma en una entidad que no persigue el lucro que en otra que lo persigue (empresa). La óptica de la «buena gestión» es una óptica de mercado que no es aplicable al tercer sector.
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Las entidades no lucrativas representan a la sociedad civil. Por eso su rendición de cuentas debe tener ciertas peculiaridades (concepto de «democratic accountability»).
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