La Casa Blanca de Trump y la (no) transparencia

Donald Trump ha demostrado ser un candidato atípico desde que irrumpió en la escena política en el año 2015, cuando anunció de manera oficial su nombre para las elecciones de 2016.

Desde entonces, su estrategia de comunicación se ha caracterizado por ser completamente diferente e insólita a la de cualquier otro político, llegando a ganarse la fama de ser una comunicación “antipolítica”. Entre sus acciones más conocidas está la crítica destructiva de oponentes y medios de comunicación contrarios a él a través de la redes sociales.

Este modo de relacionarse con el público norteamericano e internacional, expresándose directamente por medio de Twitter, sin el filtro de un asesor o contradiciendo a sus portavoces, da la sensación de ser una comunicación caótica y espontánea, fruto de la improvisación. Sin embargo, es su estrategia para ejercer el poder de una manera muy personalista, la cual le permite crear incertidumbre e inseguridad a su alrededor, de modo que solo él sabe qué decisión tomará en cada momento.

Ante esta situación, cabe cuestionarse cuál es el futuro de las políticas de transparencia y gobierno abierto dentro de la administración norteamericana. Argemino Barro, periodista corresponsal en Estados Unidos de Capital Radio y colaborador de El Confidencial sobre política americana, publicó en 2017 el ensayo El candidato y la furia: crónica de la victoria de Trump, donde explica las causas y el porqué del éxito de la campaña de comunicación del actual presidente norteamericano. Revista Haz habla con él para conocer las características de la comunicación de la actual Casa Blanca y cuáles son sus claves sobre transparencia.

La administración más opaca de la historia

La comunicación del presidente Trump es considerada por los expertos como el “caos”, dominada por la incertidumbre en la toma de decisiones, así que Barro es claro y contundente en su calificación de la administración Trump con respecto a la transparencia: “es opaca”. Para explicar su tajante afirmación cita las palabras de Sunlight Foundation, organización norteamericana dedicada a medir la transparencia del gobierno estadounidense, que la califica de “reservada, alérgica a la transparencia, ensombrecida por conflictos de interés globales y hostil al rol esencial que el periodismo juega en la democracia”.

Sobre este aspecto, los datos que maneja el experto consultado revelan que Donald Trump ha sido el primer candidato presidencial, desde Richard Nixon, que no ha revelado su declaración fiscal, generando “muchos rumores” sobre sus intereses empresariales y su posible relación con Rusia. Asimismo, su gabinete es el que ha contado con más millonarios de la historia moderna de EEUU, a lo que Barro declara que “la riqueza normalmente entraña cierta dosis de ingeniería financiera”.

Por otra parte, la Casa Blanca presidida por Trump ha limitado la publicación de las listas de quienes van de visita, presionando a funcionarios para que mantengan las políticas en secreto y, una de las primeras cosas que hizo como presidente fue apoyar al Congreso, de mayoría republicana, para que revocar la ley anticorrupción Cardin-Lugar, la cual obligaba a las petroleras a revelar los pagos hechos a gobiernos extranjeros para obtener derechos de minería y perforación.

Mientras el expresidente Barack Obama destacó por su memorándum por la transparencia y el gobierno abierto, en los primeros meses de la Administración Trump se dieron “varios pasos atrás”.

Mientras el expresidente Barack Obama destacó por abanderar la transparencia como uno de los buques insignia de su mandato (Vid. La Casa Blanca de Obama, ¿la más transparente de la historia?), firmando un memorándum por la transparencia y el gobierno abierto, en los primeros meses de gobierno, la Administración Trump “dio varios pasos atrás”, según explica Barro.

En la actualidad, el presidente Trump ha mostrado “cierto interés” hacia dichas políticas y ha creado la página web Open.usa.gov, para revelar parcialmente las visitas a la Casa Blanca y anunciar sus medidas relacionadas con la transparencia, bajo la promesa de “discutir e implementar un plan concreto en el futuro”.

Sin embargo, otros aspectos como los que atañen a los negocios del presidente y algunos miembros de su gabinete muestran su poco compromiso con la transparencia, ya que temas como la “presunta connivencia entre la campaña republicana con Rusia”, o la obsesión con los funcionarios que filtran información a los periodistas, el experto consultado afirma a Revista Haz que “siguen sumergidos en la opacidad”.

La guerra contra los medios y los periodistas

La relación del presidente Donald Trump con los medios es otro de los elementos que caracteriza su insólita comunicación política. En este sentido, Barro explica que el objetivo de Trump “es ganar o ser percibido como ganador en todo momento”, lo cual significa que “no tolera las críticas” y, por tanto, detesta el trabajo de la gran mayoría de medios de comunicación de Estados Unidos. Este sentimiento a su vez es recíproco y los medios norteamericanos también lo detestan a él.

Sobre este aspecto, el periodista de Capital Radio recuerda que durante la campaña, los cien diarios de mayor tirada nacional, incluidos muchos republicanos, mostraron su apoyo a Hillary Clinton y denunciaron a Trump en sus editoriales, además de las grandes cadenas de televisión, salvo Fox News, que lo critican las 24 horas del día.

Actualmente, el presidente Trump se ha embarcado en “una guerra abierta” contra los medios de comunicación a los que llama “enemigos del pueblo” y califica como “falsas” las noticias que le perjudican, mientras que las que lo elogian son rápidamente retuiteadas por él o mencionadas en sus mítines.

El presidente Trump se ha embarcado en “una guerra abierta” contra los medios de comunicación a los que llama “enemigos del pueblo” y califica como “falsas” las noticias que le perjudican.

“Ser periodista en un mitin de Donald Trump ya es un asunto sensible: la gente te vigila y a veces te abuchea, y la Casa Blanca ha vetado a algunos informadores de sus sesiones de prensa”, afirma Barro.

Además de la mala relación con la prensa, debido a la estrategia personal del presidente, cabe señalar que el interés de los medios de comunicación por Trump se debe a la falta de honestidad del presidente con respecto a los hechos. En este sentido, Barro afirma que “ningún gobierno y ningún político del mundo es totalmente honesto”, sin embargo el presidente Trump, ha demostrado ser “el menos respetuoso con los hechos comprobados”, ya que según The New York Times: en los primeros diez meses de presidencia, Trump dijo casi seis veces más falsedades que su antecesor Barack Obama en ocho años.

La ciudadanía norteamericana: polarizada y escéptica

Por un lado, hay una parte de la ciudadanía “muy contenta” con el actual presidente que según explica Barro, son aquellos votantes republicanos que consideran que el presidente Donald Trump “está engrandeciendo al país”, gracias a sus políticas para devolver el vigor al sector manufacturero y cortando algunos compromisos adquiridos en política exterior. Para este sector la política de comunicación “franca y agresiva” del presidente basada en hablar en mítines y saltándose los medios oficiales para comunicarse directamente con el pueblo a través de Twitter es muy positiva.

Por el otro lado, está la ciudadanía que todavía “no se ha repuesto del pánico vivido en la noche electoral de 2016” y que ve a Trump como un peligro existencial para la democracia y el imperio de la ley en Estados Unidos. Este sector ve “horrorizada” su política de comunicación, ya que consideran que está diseñada para beneficiar únicamente al propio Trump.

La situación descrita por el experto consultado es que el país “sigue en una espiral de polarización y creciente falta de confianza en las instituciones”. Por su parte, hay algunos medios que están haciendo un “excelente trabajo en cuestiones de transparencia”, como The New York Times, The Washington Post y el portal Axios. Sin embargo, la ciudadanía en general, desearía una comunicación gubernamental más transparente, ya que en la actualidad la calidad de la información tiene que hacerse un hueco entre “la mala baba y la política editorial de los medios de comunicación que pasa por machacar al presidente”, concluye Argemino Barro.

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