La Taxonomía ESG: sostenibilidad para no sostenibles

La primera vez que escuché la palabra Taxonomía me sonó como algo complicadísimo, una mezcla de Trigonometría, Taxidermia y Metafísica.
Foto de Begoña Morales
Begoña Morales25 mayo 2021

Fue en una de las reuniones del grupo de trabajo del IIRC (International Integrated Reporting Council) en 2013 en el que un grupo de empresas piloto -yo representaba a Indra en aquel momento- e instituciones como AECA (Asociación Española de Contabilidad y Administración de empresas) trabajábamos con el IIRC para dar forma al primer Framework de Informe Integrado.

Un framework que debía definir los contenidos que debería contener un Informe Anual para que los inversores y otros grupos de interés pudieran tener una foto completa del desempeño financiero y ESG (Environmental, Social and Governance) de las compañías.

Había un debate sobre hasta dónde debía llegar este framework, si solo se debían definir los temas sobre los que las compañías deberían reportar o si también se deberían incluir indicadores y hasta qué nivel de detalle deberían definirse estos KPIs (Key Performance Indicators).

Fue en aquel momento cuando empezó a hablarse del término ‘información no financiera’ para referirse a la información ESG. Y también fue entonces cuando comenzó a hablarse de extender los estándares de reporte de la información financiera, que es la que realmente interesa a inversores y financiadores, a esta nueva ‘información no financiera’.

Han pasado ochos años, durante los que he podido participar en diferentes proyectos corporativos, académicos y en iniciativas internacionales, que me han hecho comprender la falta de conocimiento de las cuestiones ESG por parte del sector financiero y la necesidad de hacerlo comprensible en su lenguaje, el financiero.

Comparto alguna de las historias que he vivido en estos años para ilustrar mi camino hacía el entendimiento de la importancia de lo que llamamos Taxonomía ESG y que lo que pretende es aportar claridad a los mercados financieros sobre lo que puede clasificarse como ‘actividades sostenibles’.

Cuentas y cuentos

La primera es una reunión con el CFO (chief financial officer) de una compañía del IBEX 35 al que queríamos convencer de avanzar hacía el informe integrado, pasando de reportar de manera separada el informe financiero y el informe de sostenibilidad a reportar un informe único para todos los grupos de interés de la compañía.

La respuesta a esta iniciativa, pionera en el año 2015, fue bien gráfica: “Dejemos las cosas como están, no mezclemos las cuentas (informe financiero) con los cuentos (informe de sostenibilidad)”.

Seis años después, el informe integrado está imponiéndose gracias a la Directiva de Información no Financiera que obliga a las compañías de determinado tamaño a reportar las cuestiones ESG. Pero seguimos cometiendo el error de llamarla ‘no financiera’ y, por tanto, alejarla del interés de los financieros.

El informe integrado está imponiéndose gracias a la Directiva de Información no Financiera. Pero seguimos cometiendo el error de llamarla ‘no financiera’ y, por tanto, alejarla del interés de los financieros.

La segunda fue durante un foro de empresa y derechos humanos en Naciones Unidas en la que el CEO de Nokia en Australia explicó cómo habían llevado a miembros del Consejo de Administración a ver en terreno situaciones de esclavitud en cadena de suministro de componentes electrónicos en países asiáticos y cómo había llegado a la conclusión de que durante años había vivido mirando números, ‘las cuentas’, y dando la espalda a un problema generado por compañías como la suya.

Y dijo una frase que resume su experiencia: “Lo que se ha visto no puede no haberse visto. Puedes no actuar, pero no puedes dejar de haberlo visto”.

La tercera es una historia reciente, en la que durante un seminario de ética en un máster de finanzas en el que reflexionábamos sobre la película Margin Call, que escenifica la crisis de Lehman Brothers, un alumno explicó que, a su modo de ver, es imposible hablar de ética en el negocio del trading ya que los traders “no ven ni pueden comprender” lo que hay dentro de los activos que compran y venden.

Me animaba a ver la serie Devils para entender de lo que hablaban. Después de verla lo que entendí es que la crisis de 2008 ha servido para poco y que este sector está más que nunca necesitado de visibilizar el impacto final de sus decisiones/posiciones “a corto”, como les encanta decir.

Como rayo de luz, la Taxonomía ESG nace con la vocación de hacer converger ambos mundos, el financiero y el ESG para atraer el capital hacía las ‘inversiones sostenibles’. En nuestro lenguaje es como si el objetivo fuera ‘convertir los cuentos en cuentas’ o impulsar a estos traders a tomar posiciones ‘en largo’ en lugar de ‘en corto’.

De momento la Unión Europea ha creado la taxonomía de finanzas sostenibles para la E (environment), estableciendo una nueva clasificación de las actividades económicas que contribuyen a los objetivos medioambientales de la Unión Europea, tales como mitigar y adaptarse al cambio climático.

Esta primera ‘lista verde’ del mundo proporciona al mercado y al público la confianza necesaria sobre el rendimiento medioambiental y crea un lenguaje común que los inversores podrán utilizar de forma universal al invertir en proyectos y actividades económicas que tengan un impacto positivo sustancial en el clima y el medio ambiente.

La cuestión social sigue siendo más complicada de ‘taxonomizar’ y de momento la Comisión Europea solo plantea que estas actividades definidas como ‘inversiones sostenibles’ cumplan unas salvaguardias mínimas que resumen de manera genérica en cumplir los Principios Rectores de la ONU y Directrices de la OCDE.

La Comisión Europea a través de la plataforma de finanzas sostenibles plantea la urgencia de desarrollar una taxonomía para la S por diferentes motivos. Por una parte, manifiesta la necesidad de que las inversiones hacia la economía verde se hagan con un modelo de ‘transición justa’ con las personas, con medidas socialmente inclusivas para acompañar la transición verde y crear empleos decentes y de calidad.

Por otra parte, los inversores buscan cada vez más oportunidades de inversión social (La oleada de bonos sociales impulsada por la pandemia del Covid demuestra la demanda del mercado) pero la falta de definiciones y de un sistema de clasificación estandarizado es un obstáculo para dirigir el capital hacia actividades socialmente sostenibles.

La plataforma de finanzas sostenibles ya ha hecho una primera lista de cuestiones sociales para la Taxonomía que agrupa en tres categorías: Respeto por los derechos humanos, Buen gobierno y Promoción de condiciones de vida dignas.

Si la Comisión sigue el mismo camino que ha seguido para las cuestiones ambientales, llegaremos, esperemos que en 2022, a una ‘lista social’ de actividades económicas que unida a la lista verde se convertirán en el ‘diccionario ASG para financieros e inversores’.

Esta lista constituirá un lenguaje común sobre el impacto de las inversiones, eliminará (espero) el concepto ‘no financiero’ e impulsará decisiones de inversión con impacto a largo plazo.

Pensando en los financieros y lo que hemos comentado sobre su aproximación (por llamarlo de alguna manera) a las cuestiones ESG, me imagino que en el futuro se les formará en un programa tipo ‘sostenibilidad para no sostenibles’ al estilo de los programas de ‘finanzas para no financieros’ que se imparten en las empresas.

Siendo muy aspiracionales incluso podríamos pensar que la Taxonomía provocará tal cambio en el sector financiero que las personas que vieran Devils en 2050 pensarían que se trata de una distopía demasiado retorcida.

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