De las memorias de RSC al EINF

A finales de los años noventa, un grupo de economistas aragoneses comenzamos a estudiar el concepto de la RSC.

Víctor Viñuales, Ramón Pueyo, José Mariano Moneva, Roberto Martínez, Mª Luz Castilla o un servidor éramos conocidos en Madrid como ‘el lobby maño de la RSC’ por la vehemencia e ilusión de nuestras posturas.

El modelo de especulación financiera (que tuvo su paradigma en Mario Conde) devino en fracaso tras el estallido de diferentes burbujas y la popularización del concepto de ‘exuberancia irracional’ de Alan Greenspan.

En esa época en España se produjeron varios hitos. Para empezar, la creación del R4 EcoFondo FIM, el primer fondo de inversión inscrito en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) gestionado con metodología de Inversión Socialmente Responsable (ISR) y que dio lugar a la primera circular al respecto de la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensión (Inverco) y que distinguiría entre fondos éticos, solidarios y socialmente responsables.

Posteriormente se crearía la Comisión de RSC de Asociación Española de Contabilidad y Administración de Empresas (AECA) y que, entre sus miembros, contaría con nombres como Antoni Ballabriga, John Scade o José Luis Fernández.

En aquellos años iniciáticos, nuestro caballo de batalla fue el rigor en la elaboración de la información no financiera. Tanto es así que popularizamos una máxima, que repetíamos de forma invariable como argumento de autoridad frente a aquellos escépticos: lo que no son cuentas, son cuentos.

Cometimos dos errores. El primero que nuestros predicamentos se circunscribían tan solo a los conversos de la RSC, aquellos que estaban convencidos del impacto de las organizaciones en la sociedad y el medio ambiente. En consecuencia, deseaban medirlo para poder maximizar su influencia positiva y reducir (compensar, neutralizar) la negativa. No fuimos capaces de convertir a los escépticos.

El segundo fallo fue que optamos por la voluntariedad de la elaboración de la memoria de sostenibilidad. Eran tantos los argumentos que alineaban RSC con cuenta de resultados que exigir obligatoriedad se antojaba una redundancia, un esnobismo, una boutade. Estábamos equivocados. La política de zanahoria sin palo no funcionó. La regulación debería ser el incentivo decisivo en la elaboración de las memorias de RSC.

Y llegó la regulación

El 24 de noviembre de 2017 el BOE publicó el Real Decreto-ley que trasponía la Directiva 2014/95/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 22 de octubre de 2014, por la que se modificaba la Directiva 2013/34/UE en lo que respecta a la divulgación de información no financiera y diversidad.

Determinadas grandes corporaciones deberían identificar los riesgos para mejorar la sostenibilidad y aumentar la confianza de los inversores, los consumidores y la sociedad en general. Consecuentemente se les exigía incrementar la divulgación de información en materia ambiental, social y de gobierno corporativo (ASG). Esta información no financiera no venía suficientemente bien explicada en los libros de cuentas financieras tradicionales (cuenta de pérdidas y ganancias, balance de situación y memoria financiera).

Determinadas grandes corporaciones debían identificar los riesgos para mejorar la sostenibilidad y aumentar la confianza de los inversores, los consumidores y la sociedad en general. Consecuentemente se les exigía incrementar la divulgación de información en materia ambiental, social y de gobierno corporativo (ASG).

Pero el impulso definitivo llegó el 28 de diciembre de 2018 con Ley que modificaba el Código de Comercio, el texto refundido de la Ley de Sociedades de Capital aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de julio, y la Ley 22/2015, de 20 de julio, de Auditoría de Cuentas, en materia de información no financiera y diversidad. Las memorias de RSC pasarían a denominarse estados de información no financiera y diversidad (EINF).

Los EINF no necesitarán de desarrollo reglamentario que guíe su elaboración ya que, en España, la metodología GRI (Global Reporting Iniciative) está plenamente integrada a la hora de informar de intangibles. Cuenta con una serie de principios que guían en definición de su contenido (materialidad, participación de los grupos de interés, contexto de sostenibilidad y exhaustividad) y de su calidad (equilibrio, comparabilidad, precisión, periodicidad, claridad y fiabilidad).

Hasta ahora, el punto de partida de la rendición de cuentas pivotaba en el concepto de rentabilidad. Grupos de interés como el Estado o los accionistas requerían este dato para calcular el impuesto sobre sociedades o el dividendo a repartir, respectivamente. Sin embargo, los efectos de los impactos negativos de las empresas pueden tener unas consecuencias tanto sobre estos como sobre el resto de stakeholders como empleados, sociedad (clientes, proveedores, comunidad) o medio ambiente.

Así pues, las empresas deben describir ahora, como punto de partida, los principales riesgos ASG a los que hacen frente, incluido, cuando sea pertinente y proporcionado, sus relaciones comerciales, productos o servicios con especial énfasis en los impactos negativos, ya sean estimados o cerciorados. En ambos escenarios se ofrecerá desgloses, clasificaciones o mediciones, a corto, medio y largo plazo.

También, los procedimientos utilizados en su detección y evaluación y los marcos de referencia utilizados. A continuación, se describirán las políticas con las que se gestionan dichos riesgos, incluidos los procedimientos de diligencia debida en su identificación, evaluación, prevención y atenuación e impactos significativos y de verificación y control, incluyendo qué medidas se han adoptado.

Por último, los resultados no financieros resumidos en indicadores clave (KPI, key performance indicator) que permitan su medición y, por lo tanto, el planteamiento de objetivos, análisis de desviaciones y evaluación de progresos y que favorezcan la comparabilidad entre empresas y sectores, de acuerdo con los marcos nacionales, europeos o internacionales de referencia utilizados para cada materia.

Al viejo ‘lobby maño’ de la RSC se le han unido multitud de compañeros de viaje: Clara Arpa, Marta Gasca Gómez, Marta Valencia, Ana Gascón, Maijo Gálvez Cardona… El siguiente reto es integrar en la gestión empresarial conceptos como la economía colaborativa o la economía circular… y ser capaces de medir su impacto.

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