Quiero contarte el gobierno abierto

Las iniciativas y políticas públicas de transparencia y participación ciudadana no están logrando una penetración notable entre la población general. Es el momento de buscar soluciones a través de la diversificación de canales de comunicación, atendiendo a la segmentación de públicos y dotando a las campañas de recursos suficientes.

Quiero contarte, niña,
cómo cambia el sentido de las cosas,
cómo una puerta es ancha o estrecha
según tu forma de ser.
(Quiero contarte. Triana. 1979)


La propia naturaleza del gobierno abierto, fuertemente vinculada a la tecnología en cuestiones como los portales para la apertura de información y de datos o las plataformas para la participación ciudadana y la colaboración entre administraciones y sociedad, ha favorecido que se asiente la idea de que las herramientas tecnológicas son también la solución comunicativa para su mejor difusión.

Y en efecto, soy de la opinión de que las redes sociales digitales son el vehículo natural del gobierno abierto, pero ello no debe entenderse como una respuesta única que excluya el uso de otros medios, y más aún si observamos que el mensaje que se ha pretendido transmitir no está alcanzando a tantas personas como sería deseable.

Según el estudio de opinión más completo sobre gobierno abierto y más fiable desde el punto de vista metodológico, si atendemos al tamaño de la muestra (2.489 entrevistas, en 255 municipios y 49 provincias, entre octubre y noviembre de 2018) y a la institución encargada de la recogida y análisis de los datos, el concepto de gobierno abierto sigue siendo un gran desconocido entre la población general en España.

El Informe sobre Percepción Ciudadana de los Servicios Públicos, que cuenta con los datos recogidos en el Estudio número 3.229 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) con la Dirección General de Gobernanza Pública, señala que solo el 7,5% de los encuestados conoce o ha oído hablar del gobierno abierto, que el 29,1% de los encuestados afirma conocer o haber oído hablar del Portal de la Transparencia de la Administración General del Estado (AGE), una cifra global que varía notablemente según las variables sociodemográficas. Además, dentro de ese escaso 29% solo el 11% afirma haberlo visitado.

Destaca que conocen el portal algo más del 51% de las personas encuestadas que trabajan o han trabajado en el sector público, o que prácticamente la mitad de la muestra que afirma conocer el portal tiene estudios superiores o se autoubica en la clase social alta o media-alta. Por tanto, se observa una brecha social considerable en este aspecto.

El enfoque ha cambiado

La transparencia es el pilar que ha despertado más interés mediático por su marcado perfil político, y es un vehículo, el de los medios de comunicación, que tiene la capacidad de alcanzar a grandes sectores de población. Este interés ha experimentado determinados picos de repercusión.

El primero, el más optimista, se produjo tras la aprobación de la Ley de transparencia, la puesta en marcha del portal estatal y la proliferación de normativas y portales territoriales. Un tiempo en el que se depositaron muchas esperanzas de regeneración democrática en una serie de herramientas que son un medio, y no un fin (como se ha repetido hasta la saciedad), para la mejora de las instituciones públicas, la prevención del fraude y la corrupción o la realización de una adecuada rendición de cuentas.

Un instrumento más, entre otros, sobre el que ha pesado en buena medida la carga de atribuírsele unos poderes casi mágicos que conducen, inevitablemente, a unas expectativas insatisfechas.


Fue como un sueño bello,
profundo y nuestro.
Todo se alborotaba
con la alegría de ser.
(Quiero contarte. Triana. 1979)


El último pico de repercusión ha tenido lugar con motivo de la crisis sanitaria de la covid-19 y la gestión de los gobiernos, que ya analizamos en su momento a nivel estatal y que ha tenido sus propias derivas autonómicas. En este caso nos encontramos con una repercusión de talente negativo como crítica legítima a la inadecuada acción política.

Es una visión tan necesaria como la primera, puesto que la transparencia tiene como uno de sus principales utilidades el escrutinio de la acción de los gobiernos. Y también es muy importante porque el mensaje que se transmite de esta forma tiene una fuerza expositiva y un calado social tanto o más fuerte que el mensaje positivo. Sobre esto nos han enseñado mucho las campañas de la Dirección General de Tráfico, por ejemplo.

Esta forma de contar los asuntos de la transparencia ha tenido amplia cabida en la prensa, e incluso hemos llegado a oír tertulias en programas de radio líderes de audiencia que tenían la transparencia como tema principal; y más, en algunos programas de televisión, si bien de shares más modestos, al estar en franjas horarias o cadenas con menores índices de audiencia. Pero, al fin y al cabo y siendo sinceros, es un grado de repercusión que en periodos previos a la pandemia se antojaba como una fantasía de los entusiastas del gobierno abierto.

Sin embargo, sería deseable que el mensaje que se propone sobre algo que se presenta en positivo, como es el concepto de gobierno abierto, se transmita también desde una perspectiva constructiva.

Sostener que el gobierno abierto se propone como algo positivo no es una mera reducción al maniqueísmo de política buena/mala, sino una afirmación sobre el convencimiento de que los pilares que lo componen (participación ciudadana, colaboración interinstitucional y entre instituciones y sociedad, apertura de datos o integridad y ética pública) son, a priori y sin color político, elementos positivos para el conjunto de la sociedad y de las instituciones públicas.

Si partimos desde este convencimiento, es necesario entonces tener la capacidad de alcanzar al mayor número de receptores con este mensaje. A personas y a entidades, como empresas, fundaciones, instituciones públicas, asociaciones. Y personas que no son solo la ciudadanía votante (ese abstracto ciudadano medio), sino también cargos públicos, que hay miles y no todos tienen el mismo nivel de conocimiento sobre estas cuestiones, y personas empleadas públicas (son millones), y estudiantes.

Para llegar a todas ellas hace falta más que un único vehículo, como las redes sociales. Para llegar a todas ellas hace falta un mensaje masivo y multicanal. Para llegar a todas estas personas hacen falta los medios de comunicación de masas.

Contar en positivo

¿Se puede transmitir en positivo el gobierno abierto, y más concretamente la transparencia y derecho de acceso a la información pública? ¿Se pueden transmitir a través de los mass media, como la radio y la televisión? Por supuesto que sí, y no es una simple teorización o la constatación de una obviedad (todo se puede anunciar si se ponen los recursos para ello). Se puede y se ha hecho.

Por una parte, tenemos como ejemplo la iniciativa de un organismo de control de la transparencia, como es el Comisionado de Transparencia de Canarias, cuyo titular, Daniel Cerdán, es una rara avis entre los profesionales de los organismos garantes del derecho de acceso, puesto que es periodista.

El Comisionado ha lanzado una campaña institucional sobre el ejercicio del derecho a saber en radio llamada Canario, conoce tu derecho a saber y a preguntar, compuesta de dos cuñas de 25 segundos cada una, en las que anima a visitar las sedes y portales de transparencia, a hacer preguntas y, en su caso, a reclamar al Comisionado si no obtienen la respuesta esperada.

Por otra parte, tenemos el ejemplo de la Generalitat de Catalunya, que esperemos sirva de inspiración a otras administraciones, que ha puesto en marcha campañas en la televisión autonómica TV3 y en las emisoras de Catalunya Ràdio para fomentar el derecho de acceso a la información o para explicar el uso del buzón ético, diseñado para efectuar denuncias anónimas de casos de corrupción o mala praxis (40 segundos en ambos casos). Estos productos también se distribuyen, cómo no, por redes sociales.

En ambos casos nos encontramos con entidades que también han hecho, hacen y seguirán muy probablemente haciendo una destacada labor en redes sociales. Hablamos del ímprobo ejercicio de voluntad que realiza el Comisionado desde sus cuentas en Twitter (@ComisionadoTC y @TransparenteCAN), con un esfuerzo encomiable en su empeño en difundir los principios de la transparencia, las buenas prácticas detectadas en cualquier lugar del mundo (con especial atención a España y Latinoamérica), los medios y los profesionales que trabajan aprovechando las oportunidades que brinda el derecho de acceso o recopilando contenidos durante años en hilos de Twitter con valor casi arqueológico.

Y también hablamos de una trayectoria consistente y de una estrategia muy bien definida en el caso de la cuenta @governobertcat en Twitter, generando contenidos perfectamente adaptados a las redes, con una cadencia de publicaciones muy alta y una interacción notable. Hablamos, en definitiva, de instituciones que han comprendido la necesidad de maridar los medios digitales y tradicionales para transmitir el mensaje de la transparencia.

El turno de la Administración General del Estado

Ahora es el turno de la Administración General del Estado a través del IV Plan de Acción de Gobierno Abierto. En él se ha proyectado un plan de comunicación inclusiva que tiene la ventaja de contar con un horizonte temporal amplio, hasta 2024, y con recursos suficientes para lanzar campañas que tengan la capacidad de alcanzar a la mayoría de la población; y un intangible que no es menos importante: la voluntad de hacerlo y la convicción de su necesidad.

Los medios utilizados, como los públicos objetivo (los target), pueden ser diversos, porque no en las mismas plataformas encontraremos a los mismos receptores. No podremos localizar a la tercera edad en TikTok o Twitch, como tampoco lograremos conectar con los perfiles de jóvenes en la televisión convencional (salvo en muy determinados programas que se salen de presupuesto) o los informativos en radio.

El espíritu del mensaje será el mismo, pero la forma de contarlo no tiene por qué serlo, porque tampoco se activan las conciencias con los mismos resortes. Como gráficamente señalara el personaje de Don Fernando (F. Fernán Gómez) en Moros y cristianos (Luis García Berlanga, 1987), no es lo mismo promocionar una diputada que una pastilla de turrón. El cómo y el para qué de la participación, por ejemplo, no responderá a las mismas expectativas en diferentes grupos poblacionales.

Hemos visto ejemplos que han abierto camino y que han utilizado el lenguaje coloquial para presentar el gobierno abierto como una oportunidad de interés personal y social. Ahora bien, no basta solo con poner los medios, es importante recordar que no se deben esperar efectos mágicos de la publicidad institucional con un uso esporádico.

El mensaje necesita aderezarse con tres ingredientes fundamentales: claridad (para llegar a todas las personas); coherencia entre los mensajes y las políticas (y es que, como decía también D. Fernando sobre el turrón, necesita “buena almendra” además de imagen); y continuidad, porque una flor no hace primavera.


Sería más fácil comenzar por la verdad
que contar historias que nos puedan alejar.
Pero a pesar de todo, me da igual, voy a empezar…
(La verdad. Siloé. 2016)

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